Reportaje por María Nieves
Fotografía por María Nieves
Después de varios días internalizando y haciendo nuestras las experiencias vividas con los grandes artistas de la vida, nuestros mayores, volvemos a compartir las nuevas experiencias que han comenzado a formar parte de nuestra propia historia. Esta vez, después de dialogar y compartir con mis estudiantes sobre las nuevas posibilidades que teníamos disponibles para dejar nuestras huellas, coincidimos en llegar hasta los más pequeños- los niños. Esos angelitos que llegan a este universo arropados con inocencia divina, con mirada clara y serena que nos regalan su brillo para que recuperémos el nuestro…
Todos vivimos rodeados por niños, en nuestras familias, comunidades, escuelas, espacios comunes en los campos, las ciudades, en fin, en cada rincón. Sin embrago, dentro de ese paraíso infantil en donde todo debería estar lleno de Amor, Sonrisas, Abrazos y Besos nos percatamos que existen algunos niñitos que viven unas realidades contrarias a las que esperamos que vivan. Una enfermedad, la pérdida de algunos de sus padres, alguna situación difícil que les haya separado de sus seres queridos, aquellos niñitos que viven fuera de sus hogares y que han llegado a unos espacios maravillosos en donde los han recibido con los brazos abiertos y les han amado con la nobleza de su corazón.
Así, llegamos a uno de esos espacios mágicos en donde cada abrazo los arropa con esperanza, los cuidan con tanta ternura y no sólo les alimentan el ser sino que sanan con cada sonrisa cada una de sus vivencias… EL nombre de ese lugar encantador se llama Manitas de ángel. La mañana del 16 de noviembre de 2011. marcó nuestras vidas con un sello especial, el sello de la inocencia que brilla en la mirada de los pequeñines que siempre nos recuerdan que la vida comienza con el nacimiento de un bebé.
Fueron sus manitas de ángel las que nos colmaron de ternura el corazón… Durante estos días conocerás las huellas que nos dejaron y cómo nos sentimos todos los que les visitamos vestidos de colores, sonriendo en el corazón.
16 Pero Jesús llamó a los niños y dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.17 Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.» Lucas 18,16-17
El amor es para el niño lo que el sol para las flores. No le basta pan: necesita caricias para ser bueno y para ser fuerte. Concepción Arenal
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